domingo, 4 de mayo de 2014

Tortugas bebé y las ganas de vivir

No sé si ya escribí un artículo sobre el libro de Bill Bryson Una Breve Historia de Casi Todo, que es uno de mis libros favoritos, pero a propósito de tortugas bebé y ganas de vivir, me acordé de un párrafo de dicho libro, que viene muy bien para este post. Trata de las ganas de vivir que tienen todos los seres vivos, y cuando digo todos son todos. Bill usa como ejemplo en su libro nada menos que un líquen. ¡Qué cosas!

Cuando lo consideras desde una perspectiva humana, y es evidente que nos resultaría difícil hacerlo de otro modo, la vida es una cosa extraña. Estaba deseando ponerse en marcha, pero luego, después de ponerse en marcha, pareció tener muy poca prisa por seguir.

Consideremos el liquen. Los líquenes son uno de los organismos visibles más resistentes de la Tierra, pero uno de los menos ambiciosos. Son capaces de crecer muy contentos en un soleado cementerio, prosperan sobre todo en medios donde no lo haría ningún otro organismo, en cumbres batidas por el viento y en las soledades árticas, donde hay poco más que rocas, lluvia y frío, y casi ninguna competencia. En zonas de la Antártida donde apenas crece otra cosa, puedes encontrar vastas extensiones de líquenes (400 tipos de ellos) devotamente adheridos a todas las rocas azotadas por el viento.

La gente no pudo entender durante mucho tiempo cómo lo hacían. Dado que los líquenes crecen sobre roca pelada sin disponer de alimento visible ni producir semillas, mucha gente (gente ilustrada) creía que eran piedras que se hallaban en proceso de convertirse en plantas vivas. «¡La piedra inorgánica, espontáneamente, se convierte en planta viva!», se regocijaba un observador, un tal doctor Hornschuch, en 1819.

Una inspección más detenida demostró que los líquenes eran más interesantes que mágicos. Son en realidad una asociación de hongos y algas. Los hongos excretan ácidos que disuelven la superficie de la roca, liberando minerales que las algas convierten en alimento suficiente para el mantenimiento de ambos. No es un arreglo muy emocionante, pero no cabe duda de que ha tenido mucho éxito. Hay en el mundo más de 20.000 especies de líquenes.

Los líquenes, como la mayoría de las cosas que prosperan en medios difíciles, son de crecimiento lento. A un liquen puede llevarle más de medio siglo alcanzar las dimensiones de un botón de camisa. Los que tienen el tamaño de platos, escribe David Attenborough, es «probable que tengan cientos e incluso miles de años de antigüedad». Sería difícil imaginar una existencia menos plena. «Simplemente existen, —añade Attenborough—, testimoniando el hecho conmovedor de que la vida existe, incluso a su nivel más simple, por lo que parece, porque sí, por existir»

Es fácil no reparar en esta idea de que la vida simplemente es. Como humanos nos inclinamos a creer que tiene que tener un objeto. Tenemos planes, aspiraciones y deseos. Queremos sacar provecho constante de toda la existencia embriagadora de la que se nos ha dotado. Pero ¿qué es vida para un liquen? Sin embargo, su impulso de existir, de ser, es igual de fuerte que el nuestro… puede decirse que hasta más fuerte. Si se me dijese que tendría que pasar décadas siendo una costra peluda en una roca del bosque, creo que perdería el deseo de seguir. Los líquenes, en cambio, no. Ellos, como casi todos los seres vivos, soportarán cualquier penalidad, aguantarán cualquier ofensa, por un instante más de existencia. La vida, en suma, sólo quiere ser. Pero —y aquí tenemos un punto interesante — no quiere, en general, ser mucho.

Uno de los acontecimientos naturales que más me gusta ver es el nacimiento de las tortugas marinas, que son un buen ejemplo también porque hay que tener muchas ganas de vivir para irse corriendo al mar nada más haber nacido, pero así son las tortuguitas. Y así las mostró Sir David Attenborough en Planeta Tierra.


1 comentario:

  1. Pobres tortuguitas, qué temerarias. Me encantó el video.
    Comentarte, a propósito del gran Bill Bryson, que además de Una breve historia de casi todo, El chico centella, el libro sobre Shakespeare, el de la casa inglesa y el de Australia, tiene por lo visto uno muy interesante sobre un viaje por Estados Unidos ¿Lo has leído? yo estoy intentando coseguirlo. Se titula "Menuda América".

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